Tres lecciones que nos deja el escándalo de Rubiales

Amanecemos hoy con una repugnante portada del diario deportivo AS que dice «Jenni deja caer a Rubiales«, insinuando que la futbolista es culpable de que el presidente de la RFEF esté en el punto de mira por el inapropiado gesto que tuvo durante la celebración del mundial, besándola contra su voluntad. Esta agresión sexual, porque eso es lo que fue, ha supuesto que varias asociaciones y organismos oficiales denuncien a Rubiales. Y, aunque a priori pudiera parecer que este caso tiene poco de sindical y que aquí no pega nada, lo cierto es que nos deja tres lecciones para enmarcar.

 

1. El acoso sexual en el trabajo, por su nombre

Se pongan como se pongan los tertulianos deportivos, lo que Rubiales ha hecho es agredir sexualmente a una subordinada. Decían mucho que había sido un momento de euforia, cosa de una sola vez… pero lo cierto es que desde la reciente publicación y adhesión de nuestro país al convenio 190 de la OIT, una sola vez basta.

  1. 1. A efectos del presente Convenio:
  2. a) la expresión «violencia y acoso» en el mundo del trabajo designa un conjunto de comportamientos y prácticas inaceptables, o de amenazas de tales comportamientos y prácticas, ya sea que se manifiesten una sola vez o de manera repetida, que tengan por objeto, que causen o sean susceptibles de causar, un daño físico, psicológico, sexual o económico, e incluye la violencia y el acoso por razón de género, y
  3. b) la expresión «violencia y acoso por razón de género» designa la violencia y el acoso que van dirigidos contra las personas por razón de su sexo o género, o que afectan de manera desproporcionada a personas de un sexo o género determinado, e incluye el acoso sexual.

¿Por qué, si nos resulta tan sencillo ver lo inapropiado de que un superior bese a una trabajadora por la fuerza en una oficina, cuesta tanto reconocer la misma agresión en un campo de fútbol? 

La mayor lección que nos deja este suceso es esta: una agresión sexual en el trabajo puede ser puntual, el acoso sexual se puede producir con una sola acción. No es necesario que sea repetitivo, no es necesario que sea constante. Y no hay que restarle importancia jamás

 

2.  La culpa es de quien lo hace, no de quien lo denuncia

Se tiende mucho a culpabilizar a las víctimas de acoso diciendo que van a arruinar la vida de sus agresores, pero jamás se valora cómo la agresión puede arruinar la vida de la víctima, tanto a nivel físico como psicológico. De hecho, el mayor miedo de las víctimas a la hora de denunciar es cómo influirá la denuncia en su futuro laboral, lo que se suma a «la culpa» que se les impone por el destino de sus agresores.

La realidad es que solo hay un culpable en esta historia: el agresor. La persona que, aún sabiendo que estaba mal, lo ha hecho. La persona que ha comprometido la salud física y mental de otra, que ha causado un daño. Las leyes existen para ser cumplidas, y si se incumplen debe existir un castigo. Es la única manera de que una sociedad funcione y de que no se convierta en un chiringuito donde unos cuantos campan a sus anchas mientras el resto vive atemorizado.

Y esto no solo va de agresiones sexuales, por desgracia. Somos conscientes de que hay mucho detractor de CGT en la empresa que se dedica a decir cosas como que «por nuestra culpa» la empresa ha tenido que pagar 500.000€ de multa. Absurdo, por un lado, sobre todo si tenemos en cuenta que la cuantía máxima para una infracción del orden social según la LISOS es de 225.018€… pero ese no es el caso. Lo importante aquí es que si Zelenza, o cualquier otra empresa, ha tenido que pagar una «multa» por cometer infracciones en materia laboral, no es culpa de quien lo denuncia. La culpa es, única y exclusivamente, de la empresa que incumple. Y, si no quieren ser multados, lo tienen tan fácil como cumplir con la legislación vigente. 

3. La unión hace la fuerza

Jenni Hermoso sacó ayer un comunicado a través de su sindicato exigiendo medidas ejemplares contra Rubiales. Ha decidido enfrentarse a su agresor, con el respaldo de sus compañeros y compañeras, en lugar de hacerlo sola. 

Los sindicatos, aunque algunos parezcan no haberse enterado de sus funciones, no son otra cosa que la unión de las personas trabajadoras. Y no nos unimos para que nos hagan descuentos en tratamientos capilares o para que la patronal nos permita tener liberados, no: nos unimos para luchar contra los abusos de la patronal, contra la precariedad laboral y contra situaciones como la que ha vivido Jenni Hermoso. Nos unimos para no tener que luchar en solitario, porque la unión hace la fuerza y porque al final, todas las personas trabajadoras estamos en el mismo barco. 

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