No elijas la pastilla roja

 

A veces, cuando nos llegan consultas por correo de los trabajadores de la empresa nos dan ganas de responder: «no elijas la pastilla roja«. No, de verdad. A veces es mejor vivir en la ignorancia, sobre todo si no se está dispuesto a hacer nada para cambiar las cosas. Morfeo y Trinity ya están sentenciados, pero tú aún puedes salvarte. Aún puedes seguir disfrutando de tu combo esclavo, de tus horas extraordinarias no autorizadas, de tu barra libre de esclavitud laboral. Todavía puedes ser un miembro útil para el sistema, hacer todo lo que te pida la empresa y, quién sabe, quizás hasta llegue el día en el que le pongan unos ruedines a tu bicicleta y te digan que ya eres un Maserati. O, quién sabe, tal vez te nombren heredero de la empresa.

 

 

No elijas la pastilla roja porque te vas a cabrear cuando descubras todas las veces que la empresa te ha tomado el pelo. Todo lo que tendrías que haber cobrado y no lo has hecho, todas esas veces que hiciste el idiota. No elijas la pastilla roja porque entonces, irremediablemente, vas a empezar a ver tu trabajo como otra cosa. No como el decálogo de obligaciones que te han contado siempre, ya no. Vas a empezar a verlo como el decálogo de los derechos que tienes. Y ya ni te contamos si, además, acompañas la ingesta de la pastilla roja con una lectura del Estatuto de los Trabajadores. Entonces apaga y vámonos. 

 

No elijas la pastilla roja porque cuando descubras que luchar por tus derechos es más sencillo de lo que piensas, más seguro de lo que parece y, sobre todo, más efectivo de lo que esperas, ya no vas a querer parar. Y luego llegará el día en el que no te quede nada más que reivindicar para ti y te veas defendiendo lo de los demás. Y puede que hasta te dé por convertirte en un sindicalista rebelde y entonces ya sí que la hemos liado, de verdad. 

 

Sobre todo, no elijas la pastilla roja si no piensas hacer nada. Si el miedo es más grande que tu enfado. Si solo buscas que alguien resuelva tus problemas por ti. Si no estás dispuesto a ponerte los guantes y subir al ring. Entonces, de verdad, no elijas la pastilla roja. Vivirás frustrado, indignado, enfadado… y, para colmo, seguirás conectado a Matrix todos y cada uno de los días de tu vida.

 

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