Si vis pacem, para bellum

O, lo que es lo mismo: Si quieres la paz, prepara la guerra.  Ya lo decían en la antigua Roma y las cosas no han cambiado tanto desde entonces. La realidad es que, pese a la creencia generalizada de que lo mejor es mantener un perfil bajo, la realidad es que si quieres vivir en paz en tu empresa, es preferible que estés preparado para la guerra. 

 

El perfil bajo

El empleado de perfil bajo es ese que no se deja sentir. Que hace su trabajo sin quejarse, que acoge con sumisión las órdenes de sus superiores, aunque en ocasiones le resulten absurdas, o incluso contraproducentes. Es esa persona que acepta que le nieguen unas vacaciones que había solicitado hacía meses por «fuerza mayor», aunque sepa perfectamente que esa causa mayor es que se han ido tres compañeros y no los han sustituido aún. Es ese trabajador que cancela, resignado, sus planes para el fin de semana porque la empresa le ha dicho que le toca trabajar el sábado con tres días de anticipación. Es ese empleado que no se coge los dos días de permiso retribuido que le corresponden por la hospitalización de su cuñado porque, total, no va a ir a visitarle al hospital y tiene mucho trabajo. Es ese trabajador que se pasa el día suplicando cambios de turno a sus compañeros para poder recoger a los niños del colegio porque no quiere fastidiarles pidiendo una adaptación de jornada. 

El perfil bajo es como una roca sobre la que cada segundo va cayendo una gota de agua. Aguanta, aguanta, aguanta… hasta que al final empiezan a sentirse los efectos de la erosión. Porque un día, el trabajador de perfil bajo no puede callarse más. Porque ya tiene pagado ese apartamento en Torrevieja. Porque no tiene con quién dejar a los niños. Porque ya ha comprado la carne para la barbacoa del sábado. Porque lo de su cuñado es más grave de lo que parecía. 

Y estalla

Sí, un día no puede más. Y le reclama al jefe, pero de buenas. Le comenta que va a pedir una reducción de jornada, pero nada oficial, que no quiere causar problemas a la empresa con el cliente. Le sugiere que podría teletrabajar al 100%, que le vendría bien para conciliar. Le dice que no va a ir el sábado a trabajar porque no le han avisado con los cinco días de preaviso estipulados… pero todo en plan cordial, entre tú y yo, sin ganas de molestar mucho. 

Y este es el mayor error que puedes cometer en tu trabajo. Porque, aunque creas lo contrario, tu jefe no es tu amigo. La empresa no es tu amiga. Eres un trabajador, un número, un peón. Eres un tipo del que sacar beneficio económico. Y mientras tragues con todo, bien… pero cuando la empresa percibe una perturbación en la fuerza, cuando siente que podrías llegar a reclamar alguno de esos derechos que llevas años ignorando en el beneficio de la compañía…¡zas! A la calle. 

 

Prepara la guerra

Y aquí es donde toca aplicar eso de que si quieres paz, prepares la guerra. Piensa que cualquier intento de ejercitar un derecho por tu parte, por muy de buenas que vayas, va a ser percibido como una declaración de guerra por parte de la empresa. Esto es así. No nos inventamos nada: lo vemos a diario. Y si no te proteges, si no haces las cosas bien, la empresa se va a deshacer de ti en menos que canta un gallo. Y sin ensuciarse.

¿Qué puedes hacer? Lo primero y más importante es saber qué derecho estás ejercitando. Llamar a las cosas por su nombre es vital, porque solo así puedes saber cómo actuar. Un ejemplo claro: una concreción horaria ha de solicitarse formalmente, por escrito, y en base al artículo 34.8 del Estatuto de los Trabajadores. Y sí, hablarle a la empresa de un artículo del Estatuto es dejarles claro que vas a ejercer tu derecho y que sabes cómo funciona el tema. Es ponerte de «malas», pero también es protegerte. Porque a partir de ese punto la empresa va a tener mucho más complicado librarse de ti que si vas al encargado de turno y le comentas, de buen rollo, que a ver si puedes hacer una jornada continua para llegar a tiempo a buscar a los críos del cole. Eso en tu cabeza suena fenomenal, pero en la mente pensante de la empresa suena como «otro que se va a acoger al 34.8 y me va a joder los cuadrantes, voy a cepillármelo antes de que no pueda hacerlo«. 

Y lo mismo pasa, por ejemplo, con el teletrabajo. A ti te puede sonar perfectamente lógico pedir más días de teletrabajo porque, total, ya estás teletrabajando al 50% sin problema… pero para la empresa esto suena terriblemente mal y, si no haces la petición debidamente, no solo te la denegarán, es que encima tienes muchas papeletas para acabar siendo trasladado de centro o despedido. 

¿Y luego qué?

Una vez que tienes claro que las reclamaciones y peticiones siempre se hacen por escrito y con acuse recibo, dejando constancia de lo que has pedido, a quién y cuándo, entiendes que cuanto más ruido hagas, mejor.

Así, si la empresa toma represalias contra ti, te resultará mucho más fácil probar que lo han sido. Por tanto es importante que generes pruebas de cada petición que hagas, y recuerda que vale grabar las conversaciones que mantengas con tus superiores. De hecho, cada vez cobran más fuerza las grabaciones como prueba en los juicios laborales.

Otra cosa importante es que siempre tengas descargadas las nóminas y los registros de jornada, así como cualquier email que consideres relevante. Por ejemplo, ese correo en el que tu superior te decía que podías hacer siempre horario de mañana, en el que te comunicaba que tienes teletrabajo híbrido o en el que te dicen que te van a cambiar de centro de trabajo o de funciones. 

Y, por supuesto, nuestra recomendación es siempre estar afiliado a un sindicato. ¿Por qué? Pues por conciencia de clase, lo primero, y porque cuando pasan estas cosas toca demandar con toda probabilidad… y demandar cuesta dinero. A veces cuesta decidirse a realizar una demanda sobre temas que no van a implicar una compensación económica necesariamente, porque la inversión económica a realizar es elevada. Y hay personas que terminan perdiendo derechos simplemente por no poder costearse su defensa, lo cual es una auténtica pena. 

 

 

 

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